miércoles, febrero 16, 2011

Summer 78

I hadn't wrote anything for a long time. Hace bastante tiempo que no podía escribir, estaba atrapado en una especie de telaraña, en un adormecimiento, estaba dejando el tiempo correr, algo así como El día de la Marmota.
Hace bastante tiempo que no tenía una sensación que como un cáncer se ha comenzado a ramificar a través de mi ser, soledad, vacío, resignación, desilusión, desamor. Un cocktail prácticamente letal, but here i am, estoico, recibiendo los embates de la rueda del destino. Ese vacío que hace casi cuatro años se había llenado, hoy está ahí, presente nuevamente, riéndose deliberadamente, como diciéndome, tarde o temprano iba a volver.
Las relaciones humanas son tan complejas, tan frágiles y tan impredecibles, que ponerse a pensar sobre ellas puede llegar a resultar irritable. Pero existe algo extraordinario, un instante extraordinario, que es cuando logras establecer una conexión con otra persona, hasta un punto en que ambos pueden leerse como un mapa el uno al otro.
Mirando hacia atrás es posible dilucidar que la felicidad o los momentos felices pasan demasiado rápido. Una vez escuché que en el instante que uno piensa que está empezando a ser feliz y piensa siempre que habrá más, es ese preciso momento la felicidad, pero no hay más. Creo que es verdad, creo que este tiempo nunca más se volverá a repetir. No creo que dos personas en el mundo puedan ser más felices de lo que nosotros fuimos.
Pero como un castillo de cartas, todo se desmoronó, la conexión se fracturó, la felicidad se contaminó del miedo, los celos, el orgullo y sucesos nefastos que se desencadenaron en serie. Es penoso recordar que hubo un momento en que pensábamos que nada ni nadie nos podía arrebatar nuestra felicidad, que nadie podría apagar esa luz que irradiábamos cuando estábamos juntos, éramos tan ingenuos, tan inocentes, éramos como dos niños, todo era puro. Era tan genial sentirse indestructible, sentir confianza, sentir plenitud, desearse mutuamente sin percibir los defectos del otro.
Pero aquel árbol tan fuerte se comenzó a corroer y empezaron a morir los ideales. Pero a pesar de todo hay algo de lo que tenemos plena certezas. Sí fue amor de verdad, y la huella caló demasiado profundo dentro de nuestros corazones.
Se cierra un gran capítulo, una historia épica llega a su fin, y en que sus protagonistas toman caminos distintos. Muchos dicen que nada es eterno, que todo tiene su fin, pero cuando un círculo se cierra, hay otro círculo que se abre, hay un abanico de posibilidades en el mundo, al final del día te das cuenta de que hay algo de lo que te siente orgulloso, que empieza a desaparecer como los barcos en el horizonte, pero que en el fondo permanece ahí.
Al final del día, cierro los ojos y veo que encontré la válvula de escape, cierro los ojos, respiro profundamente y dejo de lados aquellos planes que ya no prosperarán. Nuevamente encuentro la paz.

2 comentarios:

Unknown dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Anónimo dijo...

De algo estamos seguros, fue amor de verdad, no prospero pero quedarán intactos los recuerdos. Tienes razón en unos momentos pensamos que todo era indestructible para nosotros, que nada pararía con ese amor.
Tendremos la fuerza para poder cerrar ese círculo y comenzar uno nuevo.